viernes, 21 de junio de 2019

REFLEXIONES Y ANÉCDOTAS HISTÓRICAS SOBRE LA MAGNANIMIDAD


En entradas anteriores definimos la Magnanimidad y apuntamos su importancia como valor fundamental de una propuesta cultural que permitirá tender el puente entre el Crecimiento/Desarrollo Económico y el tan ansiado Desarrollo Social.
Asimismo, esta transformación cultural sólo será posible mediante la educación del pueblo. Las historias, los cuentos, las fabulas y otro tipos de narrativas cortas son elementos que facilitan el aprendizaje.
Así por ejemplo, en mi caso en el umbral de mis cuatro décadas, todavía recuerdo la historia que cuando niño un profesor me contó. Se trataba de un espartano que al recibir de su superior la orden de no abandonar su guardia, murió calcinado al incendiarse el templo que cuidaba. Aquel cuento breve tuvo un efecto positivo en mí: el cultivo del sentido del deber.
En esta misma línea, he recogido de la Historia Universal un conjunto de cuentos, anécdotas y reflexiones que tienen como propósito el cultivo de la Madre de todas las Virtudes: La Magnanimidad.
Si bien es cierto, he utilizado un orden cronológico, no pretendo abarcar todas las épocas ni a todos los pueblos ni a todos los grandes personajes, ni todas sus anécdotas. Sólo he dejado que las ideas fluyan.
Debido a la extensión de esta entrada la he dividido en dos partes. El único criterio para la división es la extensión del texto.


El Dilema de Aquiles

Tetis, una de las 50 hijas de Nereo, ayudó a Zeus consolidar su trono. Por esto y por su belleza el dios y otros olímpicos, quisieron tomarla como esposa. Sin embargo, alguien había profetizado que el hijo de Tetis sería más grande que su padre. Ante esto los dioses la entregaron en matrimonio a un simple mortal, Peleo rey de los mirmidones.
Al hijo de Tetis y Peleo se le llamó Aquiles. Sobre el niño recaía una profecía aciaga: vivirás una vida larga, feliz y ordinaría, pero tras morir serás olvidado; o vivirás una vida breve, plagada de trabajos y aventuras, pero tras la muerte tu nombre nunca será olvidado.
Enterada del inicio de la guerra contra los troyanos, disfrazó a su hijo de mujer y le escondió en la corte del rey de Esciro. Por allí pasaba Odiseo que sospechando que en aquel lugar escondían a un gran guerrero, mostró sus refulgentes armas captando la atención de Aquiles, el cual fue descubierto.
A pesar que su madre le trató de convencer de no marchar a Troya, haciendo que se cumpliese la segunda parte de la profecía, Aquiles decidió marchar eligiendo una vida breve, plagada de trabajos y aventuras, pero con la promesa que sería recordado por la eternidad.

Aquiles y Briseida
Se cuenta que durante la Guerra de Troya Aquiles tomó de rehén a la hermosa Briseida. A su vez Agamenón tomó a Briseida hija del rey Crises. Los troyanos pagaron un importante rescate por la segunda; pero el comandante de los aqueos se negó a devolverla a su padre. Los griegos se reunieron e instaron a Agamenón que la devolviese, haciendo tal como se le exigía.
En venganza,  Agamenón mandó a dos de sus soldados que sustrajesen a Briseida. Ofendido por la afrenta, Aquiles depuso las armas negándose a combatir hasta que se le haga justicia, es decir se le dé el honor correspondiente por sus méritos.

Alejandro Magno y el Mendigo:
Se cuenta que cuando Alejandro presidía una asamblea un anciano vestido de mendigo se le acercó y le suplicó que le restituya los bienes que había perdido y que le premiase con un cargo. El pueblo, allí presente, quedó conmovido por la solicitud del anciano.
Alejandro se puso de pie y acercándose al mendigo le preguntó por la manera que había perdido sus bienes y si la suerte había influido en esto. Respondiendo que igual que el macedonio él había sido un joven apuesto de origen noble, pero que la vida displicente le había hecho perder su título y sus propiedades.
El rey regresó a su trono y negó la solicitud del mendigo, incluso mandó que le sacasen. El pueblo indignado comenzó a reclamar.
Otra vez Alejandro se puso de pie y levantando las manos dijo así: He obrado de esta manera puesto que este hombre ha perdido sus bienes a causa de sus acciones y no por el embate de la fortuna, y sería injusto premiar al que no tiene mérito, todo lo contrario ha perdido la dignidad.

Alejandro Magno y la Esperanza
Se dice que antes de partir a la conquista del imperio persa, Alejandro repartió todos sus bienes entre sus familiares y amigos. Uno de sus generales le preguntó ¿Qué guardad para ti, Alejandro? A lo que el rey respondió: La esperanza.

Alejandro Magno y el ataque nocturno
La noche antes de una gran batalla, Alejandro se reunió con sus generales con el propósito de definir la estrategia que utilizarían contra los persas. El ejército griego era pequeño, no más de 50 mil soldados y debía enfrentarse a un enemigo enorme cuyos soldados se contaban por cientos de miles. Algunos generales propusieron aprovechar la oscuridad para retirarse sigilosamente. Pero esta idea fue descartada, puesto que Alejandro quería dar batalla, y, no sólo eso, obtener una victoria.
Parmenión otro de sus generales,  propuso utilizar la noche para realizar un ataque sorpresa. A lo que Alejandro muy enojado respondió: Eso haría si fuera Parmenión. Pero soy Alejandro, y Alejandro no roba la victoria.

Julio César y los Piratas:
Cuando era joven, Julio César fue raptado por unos piratas. Los raptores consideraron que Julio César, aunque patricio, provenía de una familia humilde, por lo que tasaron el rescate a sólo unos cuantos talentos de oro. Sabiendo esto, César se enojó con sus captores y les exigió que por lo menos tripliquen el valor del rescate, puesto que él valía eso y más. Así hicieron.
Como el valor del rescate era demasiado elevado, la familia del rehén tenía problemas para juntar el dinero. En tanto Julio César se entretenía contándoles historia a los ladrones. Estos se dormían al oír las narraciones del joven, por lo que se encolerizaba golpeándolos e insultándolos.
La familia del rehén logró juntar el dinero y dárselos a los piratas. Antes de ser liberado Julio César prometió que regresaría y los haría crucificar; ellos se rieron. Pero, César cumplió con su promesa.

Julio César y el llanto
Al pasar la tercera década, Julio César fue agasajado por sus familiares y amigos. En cierto momento de la celebración, César prorrumpió en llanto. Por lo que le preguntaron a qué se debía sus lágrimas. Respondiendo, a esta edad Alejandro ya había erigido un Imperio, en cambio yo no he logrado nada notable.

Julio César con la corona o muerto
El puesto de sumo pontífice quedó vacante. Este era un cargo muy importante que traería al que fuera designado para ocuparlo dignidad y autoridad. César convencido de tener el mérito correspondiente decidió postularse, a pesar que se enfrentaría a poderosos contendientes. El día señalado para la elecciones se despidió de sus madre con estas palabras “Madre, hoy verás a tu hijo muerto o vistiendo la toga purpura.
Está de más decir que César obtuvo el cargo. Y fue durante su gestión cuando su esposa fue señalada de infidelidad. El incidente fue confuso, y todo indicaba que la mujer era inocente de la acusación. Aun así, César decidió divorciarse alegando: la esposa de César no sólo debe ser honrada; también, debe parecerlo.

Julio César el segundo orador
Aunque Julio César era un excelente orador, el primer puesto estaba reservado para Cicerón, su rival político. En cierta ocasión un amigo le sugirió aplicarse a la retórica, de esta forma podría imponerse sobre su rival. A lo que César inquirió: prefiero ser el segundo orador y esforzarme por ser el político de Roma.

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